No supo nadie
qué escondía aquel sueño
salvado del naufragio.
Sólo disparos secos
antes de sumergirme
en la densidad de tu luz
y siguiendo tu estela sedante de diosa,
dejó de hacer frio ahí fuera.
Llenos de magia y en tropel
llegaron tus besos
y con piel y miradas tejimos
un sueño compartido.
Lunas que nos anuden
y alejen avispas de tu ventana;
no más días sin música,
nunca más, nuestro en singular.
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