lunes, 7 de septiembre de 2009

TANGO.

Salió de casa agobiado por el ruido que provocábamos toda la familia, siempre de discusión en discusión. Había cogido su sombrero y su viejo y querido bastón de madera, recuerdo de un viaje de juventud a Escocia, y una chaqueta marrón que le protegiera un poco del intenso frio de esos días.

Caminando subió hasta el centro de la ciudad; una ciudad que a esas horas comenzaba su frenética e hipnótica actividad. Coches, motos, obras, calles cortadas,… todo eran obstáculos en ese paseo sin rumbo.

Iba distraído por el margen derecho de la calle Mayor cuando el sonido de una canción captó su atención. Le sonaba muy familiar. Provenía de la ventana de un piso bajo. Se asomó con curiosidad y no vio más que una cocina impoluta, blanca y ordenada. Al fondo de la cocina, una puerta dejaba salir la música de un viejo tango argentino que le trajo muchos recuerdos.
Por la ventana apareció una mujer de su misma edad, vestida con elegancia y con una gran expresión de serenidad en su cara. Aun así, mi abuelo, acomodado en el alféizar, se sobresaltó al verse sorprendido husmeando y comenzó a balbucear algo parecido a un saludo matinal. Ella, más tranquila, le devolvió el cumplido.

.- Esta canción me trae muchos recuerdos- dijo mi abuelo.

.- A mi también- dijo ella- es muy bonita.

Pasaron unos segundos escuchando la canción hasta que ella le invitó a entrar. Una vez dentro de la casa, ella le ofreció un té y unas pastas que preparó mientras él esperaba en el cuarto de estar. Observó con atención los libros, cuadros y fotografías que reposaban en aquellas paredes. Ella entró en la sala con una bandeja de madera en la mano, sirvió un té de hierbabuena y otro con hielo y comenzaron a hablar sobre el motivo que los había reunido, el viejo tango argentino y el porqué de sus emotivos recuerdos.

Ella lo relacionaba con unas clases de baile a las que asistió cuando era joven. Criada en el seno de una familia acomodada, durante años acudió a una escuela donde aprendió a bailar tango, vals, salsa y sevillanas. En aquella época conoció al que fue su marido durante treinta y siete años, hasta la muerte de éste. Solía escuchar ese tango cada domingo por la mañana.

.- Y a usted ¿por qué le gusta esta canción? – le preguntó ella.

.- Yo no he dicho que me gustase – respondió, algo cortante, mi abuelo.

.- Bueno,…pues…¿ a qué o quien le recuerda? – dijo ella un poco azorada.

Y entonces mi abuelo comenzó a relatarle su estancia como corresponsal del diario “La Vanguardia” en Buenos Aires, el golpe de estado del teniente general Videla y su arresto por apoyar a la oposición en la clandestinidad.

Ella escuchaba con atención todos los pormenores del relato de mi abuelo.

.- Y cada vez que escucha música argentina se le vienen encima todos esos recuerdos horribles ¿verdad? – dijo ella.

Mi abuelo negó con la cabeza y siguió hablando.

.- Todos los días me encerraban en una celda de apenas un metro y medio de largo por uno de ancho y me sometían a todo tipo de vejaciones, abusos y torturas durante más de cuatro horas. Apagaron cigarrillos sobre mi piel, me molieron a golpes, descargas eléctricas, me violaron,… - mi abuelo hizo una breve pausa, apretó los puños con rabia y siguió hablando- antes de entrar en la celda se oía por los altavoces de la prisión una canción. Era la señal, el anuncio de lo que me esperaba allí dentro. Siempre la misma canción… el tango que escuché al pasar por su ventana.
Tras un breve silencio, ella le abrazó; después se acercó de nuevo al aparato de música y volvió a poner la canción.

.- ¿Sabe bailar tangos? – preguntó.

.- Ni tangos ni nada, soy muy torpe bailando.- respondió él alejándose del tono duro de su narración anterior.

.- Bien, pues entonces hoy empezaremos unas pequeñas clases. Seré su maestra.- le dijo ella.
Así fue como mi abuelo fue superando el trauma y ahora cada vez que escucha esa canción se acuerda menos de su terrible paso por las cárceles argentinas y más del tacto suave y el perfume de la que ahora, mis hermanos y yo, llamamos “abuela”.


Noja Polman.

martes, 1 de septiembre de 2009

MUERTA LA LUNA

Muerta la luna
se acabó la rabia
ya no morderá el olvido
aquel regalo de luz baja y llena.

Las palabras exactas
se esconden
en el regazo del misterio
y he anudado todos mis destinos
a la derrota de tus ilusiones.

Quedará escrito sobre el agua,
salamandra,
que quiero lamerte el corazón
mientras, me como las flores
sabiendo que el final
no eres tú.

Noja Polman.

sábado, 29 de agosto de 2009

MISERABLE.

Ruge la noche
se escarcha el tacto,
la luz salvaje
ha sido derramada.
Desdibujado quedo, sin pulso
pentagrama vacio,
miserable en la oscuridad.


Noja Polman.

jueves, 20 de agosto de 2009

CARNE QUEMADA.

Esperando palidecer
el daño que nos hicimos
huyen nuestros días.

Oscuros dardos
más propios de lunas muertas
enaltecen nuestra distancia.

Cuerpos de niebla y nieve
juguetes rotos
sin batallas por luchar.

No hay luz
no hay viaje
carne quemada.


Noja Polman.

jueves, 14 de mayo de 2009

SOBRAN LAS PALABRAS.

En el doble filo
de tu cama
se esconde el deseo,
viento de Abril.

Cuando la mañana me nombre
acudiré,
sediento,
a la cita que escribieron tus ojos.

Tantas cosas que decirnos
que sobran las palabras.

La luz abrazada al silencio
muerde los muros
donde, al fin, descansaremos.

Noja Polman

martes, 5 de mayo de 2009

HÁBLAME DE ÉL.

Háblame de él
y dime que entre mi boca y tu silueta
ya no hay balas de fogueo
ni risas que se envenenan.

Quema su recuerdo
acércame a tus lodos
y déjame envolverme
en tu humo y tu cerveza.

Háblame de él
y dime que ha muerto.

Hazme, de nuevo.

miércoles, 15 de abril de 2009

A Ángel González.

Hoy se ha desprendido algo en mí.
Te has ido.

Me dejaste dignidad,
edificada con tus versos,
la tranquilidad de saber
que justicia y paz riman
y que se puede mirar directamente a los ojos
tan sólo con escribir.