Cuando la noche se desordena,
nos abandonamos,
perdidos detrás de la luna,
al sabor de nuestra luz.
El deseo, amurallado,
alienta,
sobre tu espalda y a mordiscos
el letargo del amanecer
y me alcanza enredado en tu pecho,
preso de tu boca,
alejado de la cordura,
atisbando los vestigios de mil noches por venir.
No supe de milagros
hasta que te conocí,
no hay más paraíso que tu piel
Noja Polman.
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