Apenas había cambiado el paisaje,
encinas y almendros seguían abrazando los railes
de un tren que siempre actuó como puente;
entre la infancia y la edad adulta,
entre la inocencia y la madurez,
entre tu y yo.
Regresamos
al lugar en el que se acunaron tus sueños e ilusiones.
El viaje de ida
lo hiciste en busca de mi boca y mis brazos;
en esos mismos brazos llevo yo hoy,
tus cenizas
al encuentro de tu tierra, de tus raices
a través de éste tren
con destino definitivo.
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